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Nocturnidad y alevosía. Trabajar de noche produce cáncer



 

 



Recientemente se ha hecho público un estudio de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) donde 24 expertos concluyen sobre la relación entre el trabajo nocturno y el cáncer. Tanto es así que la IARC ha decidido clasificar el trabajo a turnos que implique trabajo nocturno como un agente 2A, es decir, según sus propios criterios, como un probable cancerígeno en humanos.

Los estudios epidemiológicos en los que se ha basado el estudio de la IARC, incluyendo especialmente enfermeras y asistentas de vuelo, han mostrado que aquéllas que trabajan de noche durante mucho tiempo tienen más riesgo de sufrir cáncer de mama que las que no tienen horario nocturno. Estudios experimentales con animales han demostrado además que la exposición constante a la luz, ya sea eléctrica o natural, o la simulación de un jet lag crónico (“síndrome de desincronización debido a la diferencia horaria”) pueden incrementar de manera sustancial el crecimiento de tumores. Parece que la alteración de los ritmos circadianos genera una reducción de los niveles de la hormona melatonina en las horas nocturnas, lo que incrementa la incidencia o el crecimiento de tumores.

Teniendo en cuenta que, según la última Encuesta da Calidad de Vida en el Trabajo, en España trabajan de noche casi el 20% de los trabajadores ocupados y más de un 11% de las trabajadoras, la inclusión del trabajo nocturno como probable cancerígeno supone un detonante para incidir en la protección frente a este riesgo.

Aunque el trabajo nocturno está presente en todos los sectores laborales, es más frecuente en algunas actividades, especialmente en la industria, sanidad, servicios sociales, servicios de emergencia y hostelería. Se observa, por otra parte, una creciente tendencia a recurrir a trabajadores inmigrantes para realizar tareas de vigilancia nocturna en obras, pequeños establecimientos o parkings.

Es cierto que en determinadas actividades no es posible eliminar el trabajo nocturno, en unas por razones sociales y de servicio y en otras, por razones tecnológicas. Pero es igualmente indiscutible que hay muchos trabajos nocturnos de los que se podría prescindir. Sin embargo, la tendencia dominante es la de incrementar la productividad y competitividad mediante “24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año” en multitud de actividades (financieras, comerciales, de comunicaciones, etc.) generando un volumen de empleo en horarios “antisociales” que desequilibran el binomio trabajo-vida de muchas personas.

Ya sabíamos que el trabajo nocturno genera problemas en la salud de los trabajadores al alterar los ritmos de sueño-vigilia. Cuando se trabaja de noche, la calidad y duración del sueño se afectan. Además, en las horas nocturnas se requiere un esfuerzo mayor para desarrollar las tareas por lo que la fatiga crónica es uno de los problemas más extendidos entre los trabajadores nocturnos. De hecho, en los turnos de noche se incrementa el riesgo de accidentes ya que la fatiga afecta la capacidad de concentración del trabajador.

Los horarios irregulares y el trabajo nocturno interfieren en la vida social y familiar de los trabajadores, limitando sus relaciones sociales; incluso se ha identificado una mayor incidencia de divorcios en los trabajadores a turnos. La insatisfacción laboral, más frecuente en estos trabajadores, y el empobrecimiento de la vida extralaboral abonan el terreno para la aparición de problemas de salud.

También se ha demostrado una mayor incidencia de problemas digestivos, sobre todo falta de apetito y digestiones difíciles o úlceras gastroduodenales, determinadas por las dificultades de organizar un plan de comidas sano, el menor apetito en las horas nocturnas y el recurso habitual a tomar comidas más sazonadas y bebidas estimulantes.

En una reciente encuesta de ámbito europeo, directivos de empresas informaron que los trabajadores con “horarios inusuales” tenían más enfermedades y absentismo. Además, las empresas registran menor productividad y mayor número de errores en las horas poco fisiológicas. En una reciente revisión de más de 5.000 convenios de actividad hemos encontrado un número creciente de referencias al trabajo nocturno. Sin embargo, en la gran mayoría de casos el convenio se limita a establecer cláusulas de incentivación económica. El plus de nocturnidad supone un incremento que suele rondar el 25% del salario base. Muy pocos convenios consideran que los puestos afectados por los horarios nocturnos deben ser estudiados para mejorar sus condiciones de salud, ergonomía, ritmos, pausas, tiempo de trabajo, etc. Tampoco abunda la idea de compensar el trabajo nocturno mediante una reducción significativa de la jornada o la anticipación de la edad de jubilación.

Urge la incorporación de la ordenación del tiempo de trabajo y del trabajo nocturno en las negociaciones colectivas formando parte de los contenidos de salud laboral, más que de pluses o complementos salariales. Urge contemplar el trabajo nocturno como un riesgo grave que debe ser objeto de evaluación y de planificación preventiva. Urge, en definitiva, establecer medidas para eliminar el riesgo y, si no es posible, reducirlo al mínimo mediante el rediseño de los sistemas de turnos y de la duración de los mismos o el ajuste de las tareas y periodos de descanso en las horas nocturnas. La reducción de la exposición a este riesgo debería incluir el cálculo total de la vida laboral.

En cualquier caso, debemos ser conscientes de que el plus nunca es la solución.

22/04/2008 - Mª José López Jacob, Pedro Briso-Montiano - Revista Por Experiencia - ISTAS

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